martes, 19 de noviembre de 2013

Nuevos ateísmos: agresividad e intolerancia

Un rasgo notorio de los nuevos ateísmos es su talante agresivo e intolerante frente a la manifestación pública, y a veces también privada, de los sentimientos y las creencias religiosas, especialmente de los cristianos.

Esta agresividad e intolerancia se derivan de las características que hemos señalado en entradas anteriores: Ignorancia de los contenidos de la revelación cristiana, y adhesión acrítica a los conceptos caricaturescos que abundan por ahí sobre el cristianismo; concepción de la verdad científica, en su versión más positivista e ingenua, como contraria a la fe; visión tendenciosa de la Iglesia y su papel en la sociedad; y, por último, reduccionismo explicativo que responsabiliza a la religión de los males que ocurren en el mundo.

La actitud agresiva suele manifestarse a través de insultos, provocaciones, irrespeto a las opiniones de los creyentes, burlas, etc. Se ridiculiza aquello que los cristianos tienen por sagrado: la Eucaristía, el signo de la cruz, la persona de Jesucristo, la Virgen, los santos, al Santo Padre, la Palabra de Dios, etc.

En el mundo digital está agresividad, amparada por el anonimato de la Red, sube de tono: palabras malsonantes, amenazas, e incluso, en algunos casos que conozco, cyberacoso.

Existe también una agresividad indirecta, más fina, más elegante, la que aspira a un laicismo extremo: que desaparezca la religión de la vida pública, que los creyentes estemos calladitos y no hagamos ruido, excluirnos, ignorarnos, que no opinemos sobre lo que atañe a la dignidad de las personas y al bien común.

Lo triste es que esta actitud  es estimada socialmente como progresista y de avanzada, cuando en realidad atenta directamente contra derechos fundamentales de los ciudadanos tales como la libertad religiosa, la libertad de expresión, la libertad de conciencia, entre otros, minando además las bases de una sana convivencia social.

La religión puede convertirse en el último reducto de libertad frente a la dictadura que nos quieren imponer, la dictadura del pensamiento único, la dictadura del relativismo ético, la dictadura del hedonismo consumista, la dictadura de una visión inmanentista y materialista de la realidad que es presentada como la única legitima.

De allí la intolerancia, hermana de la agresividad, que salta a la palestra cuando intentas dialogar. Los nuevos ateos no están abiertos al diálogo, porque dialogar es reconocer al otro, dialogar es estar abierto a la verdad, dialogar es aceptar que existen otros puntos de vista, dialogar es la base de todo proyecto auténtico que quiera construir relaciones sanas y pluralistas entre los seres humanos.

Quiero aclarar lo que ya afirmé en otra ocasión: no todos los que se declaran agnósticos, o francamente ateos, tienen este talante que he descrito, existen personas capaces de respetar otras cosmovisiones del mundo y de la vida, con la suficiente inteligencia social y emocional para aceptar la diversidad del pensamiento, para discutir serenamente, que no recurren a la agresión gratuita cuando quieren defender un planteamiento.

En una verdadera discusión se defiende una tesis y se ofrecen argumentos a favor de la idea, se escuchan las objeciones de la parte contraria y se intenta rebatirlas con nuevos argumentos. Así avanza la dialéctica del pensamiento cuando dos seres humanos de buena voluntad tienen visiones divergentes. Pero no ha sido esa la experiencia que he tenido con los nuevos ateísmos: no hay defensa racional de las ideas, hay descalificaciones y prejuicios, hay ataques verbales fuertes, y, en ocasiones, violencia directa, como las que se vivieron en Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud en el 2011

Por eso mi consejo es que no entremos al trapo, cuando seamos atacados por los nuevos ateísmos evitemos las discusiones inútiles, sobre todo si no vemos las condiciones mínimas del respeto que merecemos como ciudadanos. En realidad es muy difícil dialogar con este espécimen de ateo, fanático e intolerante.

Vivimos "tiempos recios" en que las posturas anti-religiosas pasan por modernas yprogres, tiempos en que las élites intelectuales y gobernantes, particularmente en Europa, adelantan una revolución cultural anti-cristiana que atenta contra los derechos fundamentales de las personas, como es la libertad religiosa y de conciencia.

En esta hora nos toca ser valientes, confesar con sabiduría y fortaleza nuestra fe, estar preparados para dar razón de nuestra esperanza, y seguir el consejo de la Palabra que nos manda a devolver bien por mal, y a orar por los que nos persiguen y calumnian.

"Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros" (Mt. 5, 11-12)

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